Matar una araña es como romper un reloj

sábado, 8 de septiembre de 2012

ENTENDERÁS CUANDO HAYAS OLVIDADO LO QUE ENTENDISTE ANTES

Ahora finalmente lo entiendo, ahora que olvidé toda una vida, todo un mundo que parece antíguo y primitivo. Puedo verlo de afuera y puedo vivirlo de adentro, ahora que la nave vuela a toda velocidad y sin límite alguno, puedo llegar a cualquier parte, hasta llegar a otra barrera que romper. Volver a este planeta perdido, lleno de autómatas, es como viajar a un lugar desconocido, lleno de seres vacíos, borrados que deambulan sobre el cemento sin saber a dónde ir. Donde yo misma estuve perdida alguna vez. Un solo paso que lo separa a uno de ese campo gravitacional que lo tenía adherido, un solo paso para despegarse y comenzar a SER. El universo en su infinita espesura está latente todo el tiempo, no podría ser de otra manera, solo hay que sentirlo.

Respira, esto es Da Cosmos.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Polisíndeton

Y LA LUZ DEL SOL y la luz del cielo no son la misma, y el color de mi pelo no es el mismo. Lo que siento se siente distinto. quiero luz, quiero MI luz y creo que no puedo, que no puedo tenerla ahora. Y veo la oscuridad siempre latente en mi y veo una luz que está siempre brillante, y veo unos ojos que siempre me miran, que lloran, que patalean pero siempre me miran y son siempre el universo y son siempre luz y siempre me iluminan.

martes, 14 de agosto de 2012

Lluvia de meteoritos

La nave, completamente perdida en el vacío, en las profundidades del espacio, después de una lluvia de meteoritos vuelve a buscar su rumbo siempre perdido, pero no tanto como todo esto que ahora se arremolina en las ventanas y me asecha y ya me tiene por el cuello sin dejar respirar, pero no lo puedo dejar, no puedo dejar que me mate, no puedo dejar inconclusa esta misión. Tengo que tomar el mando, salir del espacio turbulento y volver a la luz. Fue el viaje más largo y duro, sin helado, ni lucesitas de colores, la nave es una gran lata oxidada, pero no deja de volar, no deja de llevarme a donde quiero ir. tengo que econtrar el camino que perdí, regresar a mi planeta de una vez y para siempre. Las palabras también se perdieron en mi, siento los dedos torpes en el teclado, siento la mente cerrada y perdida, siento que estuve perdida mucho tiempo, siento el desgaste del desierto en mis ojos y mi piel, siento el miedo del infinito pero la determinación y el deseo de ver mundos nuevos no se pierde jamás.

jueves, 12 de enero de 2012

Agujero negro o planeta extrasolar

Grafitti -.Julio Cortázar
  
Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, acercarse con indiferencia y nunca mirar los grafitti de frente sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote en seguida.

    Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.

    Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.

    Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas.

    Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.

    Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el café de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.

    Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.

    Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.

    Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quiso patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.

    Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Vibrolandia

Siento la energía corriendo por mi cuerpo, coloretes en las venas, sangre de luzzz. Siento que vibra la flauta, la nave se enciende, las lucecitas titulan. Una nube como la de goku me espera en la ventana.
Voy a salir a volar, no me esperen(?).


.)

viernes, 4 de noviembre de 2011

Dónde está la luna, carajo

El aire está difuso, el viento trae polvo imaginario, afuera ya no llueve. No encuentro el universo en ninguna parte, cuando se supone que debería estar en todos lados. Pienso en fumar y la nave, pienso en Kafka y la nave, pienso en fernet y la nave, pienso en él y la nave.
 Ahoora espeero que la noche traiga calma y la lluvia lave mi voz, espero una nave en mi ventana, un torbellino musical y mucho rock, espero moverme en el tiempo y el espacio.. o quedarme quieta y dormir otra vez. Espero vernos bailando en el espacio, espero que nuestras risas llenen cada agujerito vacío.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Verborragia solar

Garganta de sol
Volquete de helado
Un mar de fernet
chocotorta
Firuletes de colores
una marmota, un arcoiris dado vuelta, una manzana pinchada, espuma en el aire, birra, birrra, birrrrrrrra y viva la pepa.
Algo así, en ese orden y en otros, todo con mucho aire en el medio y reflejos en los ojos. No puede fallar jamás.